Pero era el día de las brujas hace algunos siglos, porque era el día en que las brujas hacían su reunión anual, el Aquelarre, y afianzaban su compromiso y servicio al demonio. Eso es lo que nos hicieron creer a todas desde muy pequeñas, pero no, estas mujeres se reunían para seguir haciendo lo que las mujeres hacemos hoy día, reunirnos con el fin de luchar contra el machismo, el sexismo y todo aquello que origine odio y violencia hacia las mujeres. Los aquelarres eran pactos políticos entre mujeres, pactos para subsistir a la violencia cotidiana, pactos para seguir luchando unidas.
A las brujas no las quemaron por malas, las quemaron por inteligentes, por rebeldes, por libres. Por querer ser parte de la historia. Por adquirir conocimientos que estaban reservados solo a los hombres. Por practicar abortos. Por no enmarcarse en la “belleza” impuesta por la mirada masculina. Por leer libros, por escribirlos, por enseñar. Por soñar con revoluciones en donde todas las mujeres consiguieran lo que ahora no tienen. Las quemaron por sabias, las quemaron porque se resistieron a ser violadas, porque no atracaron el chantaje, porque no las pudieron comprar. Les quitaron la vida porque ellas posibilitaban que otras mujeres vivieran, por fin, como querían. Por ayudar a otras mujeres a ser libres. Las quemaron por lesbianas, por amenazar al sistema que te convierte en reproductor del sistema. Las exterminaron por amarse entre ellas y por amar a todas.