Como cada martes, Pascual cogió el metro de la línea III en la estación de la Torre Baró, para dirigirse a su trabajo de camarero en un hotel del Parale.lel. Había conseguido este trabajo temporal de tres meses, gracias a su amigo Pablo, que trabajaba como cocinero en el mismo hotel. Era un trabajo que lo tendría ocupado todo el verano, pero era mejor esto que quedarse tumbado todo el día entre el sofá y la cama, compadeciéndose de sí mismo y oyendo como su madre se quejaba de la mala suerte que había tenido con aquel hijo.
Durante el trayecto solía quedar-se dormido ya que hacia turno de noche y debía permanecer en el bar hasta que el ultimo cliente decidía retirarse. Luego debía dejar el local bien limpio y recogido. Durante el día era difícil conciliar un sueño reparador, con todos los ruidos diurnos que invadían su pequeña habitación, por esto el largo recorrido que realizaba, le permitía recobrar un poco mas de fuerzas para afrontar una nueva jornada.
Pero hoy se había despertado un poco antes de llegar a su destino. Estaba en la estación de Liceo. Solo faltaba Drasssanes y la próxima Parale.lel. No valía la pena intentar dormir de nuevo. Se distrajo mirando la oscuridad del túnel que se deslizaba rápidamente ante sus ojos. De pronto las luces tenues de una estación y las figuras de las personas que esperaban en el andén paso fugazmente ante sus ojos. ¿Qué parada era aquella? ¿Porque no se había detenido el metro? Pregunto a la mujer que tenia al lado, pero esta lo miro extrañada y no le respondió.