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¿Y ahora adónde vamos?

Estàndard

En primer lugar quiero dejar claro que no me considero en absoluto una “critica de cine”. Una pelicula me gusta o no me gusta. Esto depende de si me aporta alguna sensación gratificante, es decir, cuando salgo del cine despues de haber visto una pelicula siempre observo mi boca: tiene o no tiene buen sabor. Esta vez he salido del cine con buen sabor de boca.

La pelicula muestra a un grupo de mujeres, cristianas y musulmanas que viven en un pueblo del Libano aislado de la guerra entre facciones musulmanas i cristianas. La primera escena donde se ven un grupo de mujeres vestidas de negro dirigiendose al cementerio es el resumen  de la historia que a continuación se desarrolla. Unidas por el dolor y la amistad y separadas por la religion. En el pueblo conviven las dos comunidades una paz relativa, hasta que una noticia por la radio informa que nuevamente las facciones han entrado en combate. A partir de aquí los hombres de cada bando boicotearan a sus vecinos allà donde más les duele: la religion. Y las mujeres que estan rotas de dolor por la perdida de sus hijos, sus maridos o sus hermanos entablan una lucha sin cuartel para que la guerra no rompa una paz tan fragil.

Yo no se si la pelicula es quizas un poco simplista en el planteamiento que presenta sobre el caracter belicoso del genero masculino y el  caracter conciliador del genero femenino. Este rol atribuido a cada genero, no es tan simplista bajo mi punto de vista. La pelicula salpica con toques de humor algunas escenas lo que permite captar claramente el conflicto sin dramatismos exagerados.

Cuando los hombres estan en el cafe reunidos, los musulmanes estan a un lado del bar y los cristianos en el opuesto. Cuando las mujeres estan reunidas, se encuentran alrededor de una mesa, comiendo, hablando o trabajando. Y unidas buscaran estratagemas para evitar que el conflicto estalle entre los hombres y la guerra no se vuelva a llevar lo poco que les queda. Read the rest of this entry

Mi madre, mi amiga.

Estàndard

La sala y alcoba era el dormitorio de mis padres pero también era mi cuarto de juegos. Mientras mi madre cosía en la maquina Singer, yo abría la vieja cómoda con sus grandes cajones. Extraía mis tebeos que pronto cubrían el suelo de ladrillo rojo como una alfombra de mil colores sobre la cual me tendía. En la sala se confundía el ruido de la maquina de coser con mi voz haciendo mil preguntas: “¿las princesas solo se pueden casar con príncipes?”, “¿porqué el Capitán Trueno deja siempre sola a la Sigrid?”.

Otro cajón de la cómoda era donde se guardaban las telas con tara que mi padre traía de la fábrica. Mi otra pasión después de leer tebeos era disfrazarme. Mi madre me ayudaba prendiendo un imperdible por aquí y otro por allí. Me dejaba ponerme sus zapatos de tacón, me dejaba coger su bolso y llenarlo con un peine, un pintalabios, un pañuelo con puntilla, un abanico, un monedero viejo… y entonces yo empezaba a montarme mi película. Iba de un lado a otro del piso con el taconeo arriba y abajo, hablando con los personajes que mi cabecita inventaba y procurando que mi madre tomara parte en el juego. A veces lo conseguía y otras no. El juego terminaba cuando subía la señora Felisa a quejarse de que le fundía la bombilla. Read the rest of this entry