Mariano no tuvo nunca un buen karma en esta vida. Triste, solo y amargado decidió un buen día suicidarse. Estaba convencido de que su reloj biológico debía dar las últimas campanadas. ¿Pero cómo hacerlo?
Se puso unos cuernos de alce y se fue a un coto de caza, para ver si lo confundían con una gran pieza y le daban una buena perdigonada, pero habían decretado la veda del alce.
Con la ayuda de la lupa consulto en el listín telefónico una agencia de alquiler de avionetas para lanzarse en paracaídas. Estaba decidido a no tirar de la anilla, pero solo consiguió romperse una pierna y la clavícula.
La doctora que lo recompuso había sido su “novia” del instituto. Empezaron a salir y el karma de Mariano cambio de color.
Rosa C.L.