Mi madre, mi amiga.

Estàndard

La sala y alcoba era el dormitorio de mis padres pero también era mi cuarto de juegos. Mientras mi madre cosía en la maquina Singer, yo abría la vieja cómoda con sus grandes cajones. Extraía mis tebeos que pronto cubrían el suelo de ladrillo rojo como una alfombra de mil colores sobre la cual me tendía. En la sala se confundía el ruido de la maquina de coser con mi voz haciendo mil preguntas: “¿las princesas solo se pueden casar con príncipes?”, “¿porqué el Capitán Trueno deja siempre sola a la Sigrid?”.

Otro cajón de la cómoda era donde se guardaban las telas con tara que mi padre traía de la fábrica. Mi otra pasión después de leer tebeos era disfrazarme. Mi madre me ayudaba prendiendo un imperdible por aquí y otro por allí. Me dejaba ponerme sus zapatos de tacón, me dejaba coger su bolso y llenarlo con un peine, un pintalabios, un pañuelo con puntilla, un abanico, un monedero viejo… y entonces yo empezaba a montarme mi película. Iba de un lado a otro del piso con el taconeo arriba y abajo, hablando con los personajes que mi cabecita inventaba y procurando que mi madre tomara parte en el juego. A veces lo conseguía y otras no. El juego terminaba cuando subía la señora Felisa a quejarse de que le fundía la bombilla.

Pero los momentos que recuerdo más felices era cuando nos íbamos las dos al cine el sábado por la tarde. La sesión empezaba a las cuatro. A veces llegábamos y la película estaba empezada. No importaba. Cogíamos el hilo rápidamente. Nos gustaban todas. Del oeste, de romanos, de piratas, de guerra, las de risa… Y cuando acabábamos de ver las dos películas, recuerdo que siempre le rogaba a mi madre que nos quedáramos a la siguiente sesión para ver el trozo que nos faltaba. Cuando lo conseguía, que no era siempre, teníamos primero que tragarnos el NODO, documental en blanco y negro de la época que básicamente explicaba los partidos del Madrid, la inauguración de algún pantano por el señor aquel que siempre iba vestido de militar, algún reportaje sobre la reina Fabiola y el rey Balduino y poca cosa más.

Cuando empezaba la película descubríamos que solo nos habíamos perdido las letras y los cinco primeros minutos pero era tanta mi afición que, a veces,  había conseguido que nos quedáramos a ver la película entera de nuevo. Por si no lo habéis notado, también mi madre era muy aficionada al cine.

2 responses »

    • Gracias Mª Jesús, intento reflejar de la manera más fidedigna mis recuerdos en el papel para que algún dia si la memoria me abandona, mis hijos puedan tener constancia de esta memoria y no olvidar nunca quienes són y de donde vienen.

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